A lo largo de tu vida te vas encontrando con grupos que, a pesar de no ser nada especial, les coges cariño. Los adoptas, como si fuese una mascota, un perro abandonado. Quizá no escuches mucho sus discos, pero siempre abres mucho los ojos cuando te encuentras con algo nuevo en las cubetas de segunda mano.

A mí, entre otros, me ha pasado esto con Mule. El grupo lo formó Preston Cleveland (cantante y guitarrista), en 1991. Cansado de berrear en Wig, se decidió a formar un grupo propio en el que dar un contexto más apropiado a esa voz llena de whisky y noches sin dormir. Para el viaje se buscó dos buenos compañeros, nada menos que la sección rítmica de los Laughing Hyenas, curiosamente el grupo de su hermano (sí chicos, John ‘Negative Approach’ Bannon). Después de tirarse año y medio tocando en donde les dejasen, girando con fIREHOSE, teloneando todo lo que se movía, incluyendo gente como Tad o Cop Shoot Cop, se decidieron a grabar su primer álbum, titulado Mule (Quarterstick, 1992).

Lo que suele suceder cuando le coges cariñó a un grupo, es que los recomiendas a propios y extraños, incluso a aquellos que sabes que no les va a gustar mucho. Y entonces llega la inevitable pregunta ‘oye, y qué hacen estos?’, mi respuesta suele ser: ‘rock rural’. La verdad es que la etiqueta es una mierda, y no es que haga que la gente se mate por escucharlo. Quizá sea una obviedad, dado el nombre del grupo. Pero son sus canciones las que me llevan a decir esto. Tienen algo, una cierta cualidad intangible, inaprensible en una descripción, pero que inevitablemente está ahí, un cierto espíritu que es imposible que haya surgido entre gente crecida entre asfalto y motores. El mismo espíritu que encuentras en discos de R.L. Burnside o Federation X. Quizá sea esa ascendencia del blues primigenio la que les da ese aura. Después de una ruleta de baterías que se fueron sucediendo rápidamente, llegó el segundo disco, If I don’t Six (Quarterstick, 1994). Vuelve Steve Albini a la producción, y el disco es básicamente una prolongación estilística del primer intento: blues rock visto en un espejo deformante, el de personalidades curtidas en el post hardcore de finales de los 80 y principios de los 90. Quizá sería más apropiado (¿o más atrayente?) hablar de postcore rural. Completan la discografía del grupo un par de singles (uno compartido con Shellac y editado póstumamente) y un EP.

Después de ese segundo disco Mule se disolvieron, y P.W. Long comenzó a girar en solitario. No tardó en reclutar una nueva base rítmica, bajo el nombre de Reelfoot (esta vez con un Jesus Lizard en sus filas). Grabaron un par de discos, esta vez para Touch & Go, y en el 98 se vuelve a quedar solo, y desaparece un tiempo. Albini lo vuelve a recuperar en el All Tomorrow’s Parties de 2001. Y para el 2003 editó un nuevo disco, también en Touch & Go. Pero las pintas que luce ahora, de cowboy hortera, la verdad es que no me inducen a escucharlo.

(Publicado originalmente en Lctrct)