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Competir con la primera trilogía de Star Wars es una tarea imposible, porque éstas cuentan con la ventaja decisiva de la nostalgia. George Lucas aprendió esta lección a las malas, y ni ser el creador de Star Wars le libró de las iras (justificadas) de los fans después de su segunda trilogía. Visto lo visto, J.J. Abrams decidió ir a lo seguro con The Force Awakens y el resultado casi acaba en remake de la primera película de Star Wars, el Episodio IV: hay un personaje perdido en un mundo desértico cuya vida cambia tras encontrarse un androide que esconde unos planos en su interior, otro que solo desea escapar lejos, pero que acaba ayudando a los buenos. Hay un conflicto padre-hijo, una pseudo-Estrella de la Muerte, un Darth Vader, un señor mayor que muere, una cantina, una chica a la que capturan y que escapa antes de que la rescaten…

Al final el resultado es una buena película de aventuras, pero sin un fondo que cohesione el conjunto y le aporte algo más. Un ejercicio estilístico, lo mismo de siempre, que no es poco, pero con una producción actualizada. No me extrañaría que en breve Disney lleve esta forma de encarar Star Wars hasta sus últimas consecuencias: un reboot de la trilogía original.