Ayer Lola y yo asistimos un rato al taller que impartían Juan Freire y Genís Roca sobre Open Business. Fue una experiencia un poco incómoda: porque llegamos cuando ya había empezado, porque el sitio era demasiado pequeño, porque las cámaras ocupaban demasiado espacio dentro del poco que había disponible y porque había tres talleres a la vez en el mismo recinto. El último inconveniente estaba bien resuelto gracias a las audioguías, que te permitían seguir un taller u otro simplemente cambiando de canal en el aparato.
En cuanto al taller, la exposición de Juan Freire era sorprendentemente llana, teniendo en cuenta lo denso que yo recordaba algunos de sus escritos, pero igualmente confusa. No pude aprovechar mucho más. Seguramente llegamos cuando lo interesante ya estaba dicho, y nos fuimos antes de que terminara, mientras ponían en práctica una variante del juego del prisionero.
Es probable que parte de mi incomodidad y la imposibilidad que tengo ahora mismo de extraer una idea clara del taller de ayer derivara del hecho de que se estaba hablando de modelos de negocio, de ganar dinero, cuando yo creo que los principios de transparencia y apertura tienen que llevarnos a modelos en los que el dinero quede fuera de la ecuación y el concepto de propiedad quede anulado en favor del dominio público. El objetivo ya no ha de ser el beneficio, sino contribuir a hacer las cosas mejor y construir sobre las bases ya asentadas.